¿Y qué pasa si uno descubre que ama a su pareja fraternalmente y no como pareja? ¿Debe continuar o no con esa relación?
Si quiere ser feliz debería ser sincero consigo mismo y con su cónyuge respecto a lo que son y lo que no son sus sentimientos y obrar en consecuencia. No tiene sentido prolongar una relación de pareja cuando uno de los dos sabe que no está enamorado, porque ni es feliz ni puede hacer feliz al otro. Por ejemplo, el mantener relaciones sexuales sin desearlo será un motivo de sufrimiento para el uno y de insatisfacción para el otro. Y si para evitar ese mal trago dejan de tenerlas, ¿en qué les diferencia esto de una relación de hermandad? Es decir, esa persona quiere a su pareja como a un hermano y vive la relación como la viviría con un hermano. No tiene sentido que continúe la relación como pareja, pues tampoco vive con su hermano una relación de pareja.
Habrá personas que digan que queriendo a la pareja como a un hermano ya son felices y que mejor eso que nada. Es decir que se conforman con lo que tienen. ¿Están actuando correctamente o no?
Hablar aquí de correcto o incorrecto no tiene sentido. Es mejor hablar de ser o no ser verdaderamente felices. Hay personas que se resignan a esta situación y se autoconvencen de que son felices así. Pero es un autoengaño, porque no es cierto.
Hay personas a las que les cuesta dar el paso de separarse porque tienen sentimientos enfrentados, porque aunque reconocen que no están enamorados de su pareja le siguen teniendo gran afecto y no quieren perder el vínculo afectivo. ¿Qué les dirías?
El reconocer que no sentimos amor de pareja por el cónyuge no quiere decir necesariamente que le tengamos que tener aversión ni que le tengamos que apartar totalmente de nuestra vida. Simplemente hay que reconocer el tipo de sentimiento que tenemos por alguien y actuar para que nuestra vida se ajuste al tipo de sentimiento que tenemos. Si hay un sentimiento de amistad, esa amistad puede continuar sin que ello obligue a continuar la relación de pareja. Si no admitimos esta realidad llegaremos a sentir rechazo por esa persona, por el hecho de que nos obligamos a vivir una relación que no está en consonancia con nuestro sentimiento hacia ella.
Muchas personas reconocen que no están enamoradas. Dicen que si fuera por ellos mismos sí darían el paso de separarse. Pero como no quieren hacer daño al otro, prefieren continuar la relación. ¿Qué me tienes que decir al respecto?
Que el daño se lo hacen prolongando la relación, pues si no lo aman no lo pueden hacer feliz. Si prolongan la relación les impiden encontrar una pareja que sí les corresponda en los sentimientos, además de que les están engañando, pues les hacen creer que los aman como pareja cuando en realidad no es cierto. La prolongación de la relación en esas circunstancias es más dañina que la ruptura, pues no existen lazos afectivos. Será una unión ficticia, de cara a la galería, una relación forzosa que generará sufrimiento en ambos.
Hay personas que, si su pareja no está de acuerdo en dejar la relación, creen que deben continuarla porque consideran que como es un tema de pareja han de estar de acuerdo los dos en la decisión que han de tomar. ¿Están en lo cierto?
No. Con que uno de los miembros de la pareja no desee continuar la relación es suficiente para dejarla. No importa si el cónyuge no está de acuerdo con esa decisión. Nadie, ni el cónyuge, tiene derecho obligarla a continuar, pues sería una vulneración de su libre albedrío personal. Muchas veces este argumento no es más que una excusa que refleja que falta la valentía necesaria para dejar la relación, y se espera que el otro dé los pasos que uno no se atreve a dar.
¿Pero no ocurre a menudo que cuando una persona le expone a su pareja que no está enamorada y que quiere dejar la relación, es la propia pareja la que se lo toma muy mal e insiste en continuar la relación a pesar de todo?
Es cierto, porque se niegan a admitir la realidad. Están acomodados, acostumbrados a esa relación y temen los cambios que se van a producir en su vida. Prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. En eso influye mucho la educación que uno haya recibido, que si es de tipo tradicional considera que las rupturas de pareja, sobretodo si hay un contrato de matrimonio de por medio, son algo deshonroso para la reputación de una persona. También influye el apego o amor posesivo, ese ego sentimiento que simula al amor, que hace que la persona que lo padece tenga tendencia a considerar a la pareja de su propiedad y que se toma muy mal el perder esa propiedad. A pesar de no ser feliz puede que se haya visto complacida en sus pretensiones y no está dispuesta a renunciar a lo que estaba acostumbrada y que cree que le pertenece. Lamentablemente, por culpa del apego hay muy poca gente que esté dispuesta a admitir un cambio de estatus sentimental. Es decir, no encajan pasar de ser pareja a ser amigo e interpretan como un rechazo o un desprecio el cambio de estatus. Como no respetan la voluntad del otro, en ocasiones intentan forzar la continuidad de la relación utilizando como armas el victimismo, la persuasión, el chantaje e incluso la agresión, causando a su ahora ex pareja un gran sufrimiento emocional y/o físico que refleja el poco amor que sentían por ella. La ex pareja muchas veces se ve forzada a evitar cualquier tipo de contacto para no ser agredida psíquica o físicamente, hasta el punto de que desearían no encontrarse jamás con quien una vez fue su pareja.
Lo que dices trae a colación otra situación muy común, la de la persona que no se atreve a dejar la relación por el miedo a la reacción violenta de su pareja. Incluso hay personas que llegan a temer por su vida si dejan la relación.
Sí. Lamentablemente en vuestro mundo hay poco respeto a la libertad del sentimiento y eso hace que muchas relaciones no sean de amor, sino de dominación y sumisión, porque conviven como pareja verdugo y víctima. En estos casos la víctima de la dominación lo que siente por su supuesta pareja es temor y no amor. Ese temor la paraliza a la hora de decidirse a dejar la relación, porque sabe que cuando dé el paso será implacablemente perseguida. Además, muchas veces el maltratador manipula psicológicamente a su víctima haciéndole creer que todavía la quiere, con lo cual algunas mujeres se sienten culpables si dejan la relación.
El que haya aumentado el número de casos de violencia de género, ¿tiene que ver con que ha aumentado la agresividad de las personas, en este caso de los hombres, hacia las mujeres, en la relación de pareja?
No. Antes la violencia y la agresividad existían igual o más que ahora, pero como el marido se sentía más respaldado por la ley y las normas sociales para dominar a la mujer, ésta no se atrevía a romper las cadenas de la sumisión. Ahora hay más casos de violencia de género porque hay más mujeres valientes que se atreven a liberarse de sus maltratadores, sobre todo en los países en los que existe una legislación que las protege y una mayor conciencia social de que el abuso y el maltrato son intolerables. El maltratador, ante la imposibilidad de seguir dominando a su víctima, recurre a acciones más drásticas para retenerla, incluso llega al asesinato.
Entiendo que hay mujeres que, por temor a ser asesinadas por su marido o pareja, tomen la decisión de no dejar la relación. ¿Qué deberían hacer ante esta situación?
Si continúan esa relación ya están muertas en vida, porque para el interior vivir así es peor que morir. Es mejor luchar por ser libre para ser feliz, aunque se pierda la vida en el intento, que perder toda una vida sometida a la tiranía de un maltratador. Todo el mundo tiene derecho a ser libre y feliz y nadie tiene derecho más que uno mismo a decidir respecto a su propia vida y sus sentimientos.
¿Espiritualmente qué se puede aprender de esa situación de maltrato?
Este tipo de pruebas, aunque muy dolorosas, ayudan al espíritu a adquirir firmeza y valor en su voluntad para luchar por su libertad de sentimientos, y a tomar conciencia de que nadie debe ser despojado de su derecho a la libertad de sentimiento, porque es una de las causas que generan mayor sufrimiento e infelicidad en el ser humano.
Hay personas que argumentan que aunque no están enamoradas no se separan porque su pareja nunca les ha dado motivos, pues tienen una relación cordial, nunca tuvieron discusiones ni hubo malos tratos ¿Qué les dirías?
A veces se cree que debe haber un motivo desagradable que justifique el dejar una relación de pareja, por ejemplo que haya malos tratos físicos o psíquicos, o que alguno de los cónyuges tenga algún tipo de adicción (drogas, alcohol, ludopatía) que eche por tierra una convivencia normal. Las personas que tienen esta opinión, es decir, que si no se da un maltrato no tienen justificación para dejar la relación, suelen ser las que han recibido una educación tradicional religiosa, pues parece ser que en ésta el maltrato es el único caso en que se tolera relativamente una separación del cónyuge, y se sienten obligadas a que esa relación dure de por vida sin tener en cuenta si hay sentimientos de pareja o no entre ellos. Sin embargo esto no es así. Lo único que hace falta para dejar una relación es que no haya un sentimiento mutuo de pareja.
Creo que esta afirmación puede sorprender a algunas personas, que creen que romper el matrimonio contraviene alguna ley divina. ¿No es cierto que la mayoría de religiones monoteístas, y esto incluye la Católica, son contrarias al divorcio?
Muchas religiones son contrarias al divorcio, pero yo os digo que
obligar a una persona a continuar una relación en contra de su
voluntad sí contraviene una ley espiritual, que es la Ley del Libre
Albedrío. Sentimos gran tristeza al comprobar cuánta gente está
vacía y falta de amor, pero al mismo tiempo se obliga a estar en
relaciones de matrimonio sin sentimiento, bien sea por temor, por
comodidad, o porque creen que si se divorcian, al contravenir
la ley religiosa de la indisolubilidad del matrimonio, están
cometiendo una falta a los ojos de Dios. A mucha gente se le ha
hecho creer que es Dios el que pide al ser humano que su
matrimonio sea para toda la vida, de manera que la persona
cree que con el sufrimiento que le genera la relación sin amor se
está "ganando el cielo". Sin embargo esto no es cierto. No hay
ningún avance espiritual en la persona que renuncia a vivir de acuerdo con sus sentimientos, porque no es Dios quien le obliga,
sino que es ella misma o las normas sociales o religiosas que
profesa las que le obligan. Ha de quedar claro que no es Dios ni
la espiritualidad superior la que lo exige, sino las leyes de los
hombres impregnadas de egoísmo, que con todo comercian,
hasta con los sentimientos.
Entonces, si no es de Dios, ¿de dónde viene la idea de la indisolubilidad del matrimonio?
En vuestra mentalidad egoísta y mercantilista a todo le ponéis un precio y establecéis títulos de propiedad sobre todo lo que existe, a los que les dais más valor que a vuestra propia vida, pues no os importa matar o morir por ellos. Dais por hecho que todo es susceptible de ser comprado y vendido, y que si no fuera porque escapa a vuestro control os apoderarías hasta del aire que respiráis o hasta de los rayos de luz del sol para venderlos a precio de oro a los que tienen menos poder o ambición para decir "esto es mío". Del mismo modo creéis que las personas, su voluntad, sus sentimientos, pueden ser comprados. Creéis que con el contrato que firmáis en lo que llamáis matrimonio estáis realizando una transacción comercial cualquiera, en la que unos creen comprar la voluntad y los sentimientos de una persona, y otros se convencen de que están obligados por el contrato a ceder al cónyuge su voluntad, su capacidad de decisión, su libertad y sus sentimientos. En el colmo del delirio egoísta habéis hecho creer que el notario de ese contrato es Dios, y os habéis convencido de que ese contrato ha de ser cumplido a toda costa, pasando por encima de la felicidad propia o la de los demás, pues de lo contrario se os desposeerá de todos los "bienes" de la otra vida, como al que le embargan sus propiedades cuando no puede devolver un préstamo bancario. Pues sabed que todo esto es una gran mentira inventada por el egoísmo humano. Que Dios os ha dado la libertad completa respecto a vuestra persona, a vuestros sentimientos y vuestros pensamientos, y que para nada transgredís ninguna ley divina cuando lucháis por vuestra libertad para sentir y pensar. Nadie os puede desposeer del derecho a ser libres, de decidir respecto a vuestra propia vida y vuestros sentimientos en ninguna forma y bajo ninguna circunstancia, y menos en nombre de Dios.
Alguien se podría tomar todo esto como una incitación a la ruptura de los matrimonios.
Aunque no lo queráis admitir, una unión de pareja que no esté basada en el sentimiento mutuo en realidad no existe. Aunque se puedan mantener los contratos firmados durante toda una vida, y aunque de cara a los demás se quiera dar una imagen de unión, será una unión aparente, una fachada, pues cada uno en el interior conoce cuál es la realidad y, aunque lo intente disimular de cara a los demás, será un desgraciado pues vivirá la amargura, el vacío y la tristeza de sentirse atrapado en su propia vida. Si además se impone el objetivo de que no se entere nadie, vivirá ese sufrimiento en soledad, lo cual lo hace todavía más doloroso.
Parece que le des bastante importancia al tema de enfatizar que las personas tienen derecho a separarse o divorciarse, si así lo desean sin que esto suponga una ofensa a Dios.
Porque es una gran causa de infelicidad profunda en muchos seres humanos y esto debe empezar a cambiar, para que cada persona sepa que tiene derecho a ser feliz y que no hay ninguna ley divina que se lo impida. Todo lo contrario, el mundo espiritual quiere la felicidad de todo ser que existe y ha de hacer todo lo posible para ayudarle a que descubra el camino de la felicidad. Quiere ayudarle a eliminar los obstáculos que se encuentren en ese camino, y las leyes de vuestro mundo son como una piedra gigantesca que obstaculiza el camino de la felicidad. Además, habéis hecho creer que esa piedra ha sido arrojada por Dios y esto no se puede tolerar por más tiempo.
¿Quieres decir entonces que no deberíamos casarnos para regularizar las relaciones de pareja?
Desde el punto de vista espiritual sólo el amor mutuo entre dos personas es lo que define una unión de pareja verdadera, sin que tenga ninguna relevancia el que haya o no un contrato de matrimonio firmado. En vuestro mundo material muchas veces es necesario firmar contratos para proteger al cónyuge o a los descendientes de la familia, por ejemplo, para que si uno de los cónyuges muere, la otra persona pueda tener una pensión o para que otros familiares no puedan desposeer de la vivienda al cónyuge del fallecido, y esto es comprensible. Pero sabed que esto sólo tiene una validez material y no intentéis darle más valor del que tiene. Es decir, que no se debe utilizar el vínculo del matrimonio como argumento para coartar la libertad de una persona, ni en última instancia para retenerla o chantajearla si decide dejar la relación, pues esto se considera desde el punto de vista espiritual un acto contra la ley de libre albedrío.
Retomemos el tema de los motivos que hacen que una pareja continúe su relación a pesar de que no estén enamorados. Hay personas que temen al desamparo material si dejan a la pareja, y continúan con ella porque esto les garantiza una casa y un sustento. ¿Qué me tienes que decir de estos casos?
Son un reflejo de que en realidad es una unión donde predomina la conveniencia material. Si al inicio no fue el motivo principal de la unión, lo es ahora de la prolongación. Estas personas tendrán que decidir qué valoran más, si su libertad de sentimiento o la seguridad y comodidad. Si eligen continuar la relación por esos motivos seguramente no les faltará de nada materialmente, pero les faltará todo emocionalmente, pues viven sin amar. Si son personas materialistas que valoran poco los sentimientos elegirán continuar la relación. Si son personas que por encima de todo desean ser felices vencerán sus temores y aunque tengan que empezar de cero materialmente hablando lo harán gustosamente porque habrán recuperado su libertad de sentimiento.
Otro de los argumentos de mucha gente que tiene hijos fruto de esa relación de pareja es que no se separan para proteger a sus hijos. Dicen que prefieren aguantar al menos hasta que los hijos sean mayores de edad. Consideran que están actuando correctamente, por amor a sus hijos, pues anteponen la felicidad de sus hijos antes que la suya propia. Consideran que una ruptura de la pareja o del matrimonio puede causar un fuerte trauma emocional a los hijos y prefieren evitarlo ¿Están en lo cierto?
No, no es cierto. Llegan a una conclusión errónea porque cuando uno se divorcia no se divorcia de sus hijos sino de su pareja. Si ambos padres quieren a los hijos los van a seguir queriendo aunque no estén juntos. Este argumento del "aguantar por los hijos" es muy común entre la gente que ha recibido una educación religiosa tradicional, pues en ésta se antepone la unidad familiar por encima de la felicidad personal.
Más bien ocurre lo contrario, que la prolongación de esa relación genera sufrimiento a los hijos, pues cuando dos personas no se quieren y se obligan a vivir juntas generan un ambiente emocionalmente negativo para los hijos, pues la infelicidad que viven la irradian al entorno. Muchas veces los hijos presencian las peleas y discusiones entre los padres, perciben su malestar y su sufrimiento y esto sí les genera sufrimiento emocional. Hay hijos que crecen con el sentimiento de que ellos son los culpables de la infelicidad de sus padres, porque algunos padres les dicen que si no fuera por ellos ya se habrían divorciado. Es decir, que culpan a los hijos de su propia cobardía.
Pero para el niño la ruptura de la relación de los padres es un cambio radical en su vida. ¿No es cierto que muchos niños viven la separación de los padres de manera traumática?
Cuando el niño es pequeño la ruptura en sí misma no provoca ningún tipo de trauma emocional, puesto que el niño todavía no tiene el conocimiento suficiente para que los condicionamientos de la educación hayan calado en el. Los cambios que se produzcan en su vida, si siguen teniendo contacto con ambos padres y éstos le siguen manifestando el amor que sienten por él, aunque sea por separado, los vivirá como un juego. Lo que más hace sufrir a los niños pequeños es el hecho de ser utilizados como armas arrojadizas en las disputas conyugales por motivos de la separación y el hecho de asistir a peleas, broncas y chantajes entre los cónyuges. Por tanto si esto es evitado por los padres, conseguirán evitar un trauma a los hijos por el hecho de separarse.
¿Y qué pasa con los hijos que son mayores? Muchos de ellos ya tienen conocimiento de causa y encajan mal ese cambio en su vida.
Muchas veces la separación se produce después de estar años aguantando. Consciente o inconscientemente, el mensaje que se les transmitió a los hijos durante ese tiempo era que por encima de la felicidad personal está la unidad familiar. Por tanto los hijos tienden a interpretar lo que está pasando desde esa visión. Por eso perciben la ruptura como algo negativo, porque lo ven contrario a lo que hasta entonces habían creído que era lo correcto y bueno. Para que ellos puedan encajar lo que están viviendo es necesario desprogramarlos de la educación que se les dio y hacerles entender ahora que la libertad de sentimientos y la felicidad personal están por encima de todo y que nadie debe renunciar a ellas bajo ningún concepto.
Creo que es difícil que un niño casi adolescente encaje todo eso de la noche a la mañana cuando ya ha vivido toda una infancia educado con otras normas, además inculcadas por sus propios padres. Seguramente pensará que su padre o su madre se ha vuelto loco.
Eso depende de lo evolucionado que esté ese hijo. Hay hijos que
son más comprensivos que otros. A veces son los hijos los que
aconsejan y ayudan a los padres a dar este paso, porque son
más conscientes de la realidad que sus padres. El que más
avanzado está es el que más comprensión pondrá y mejor lo
encajará, porque por encima de la educación que haya
recibido estará su nivel evolutivo para hacerle comprender esa
situación. Pero incluso aunque le cueste de encajar en ese
momento, lo apreciará en el futuro cuando sea más mayor si se
ve en una situación semejante. Quiero decir que si llega a tener
una relación de pareja y se da cuenta de que no está
enamorado y tiene que decidir si continuar o dejar la relación,
tendrá claro que por nada del mundo debe obligarse a
continuarla. Tendrá un ejemplo en sus propios padres de que no hay nada de malo en ser libre. Tendrá mayor seguridad y
valentía y se sentirá menos culpable a la hora dejar una relación
en la que no es feliz. Sin embargo, si ha tenido el ejemplo
contrario, es decir que sus padres se han obligado a continuar la
convivencia en contra de sus sentimientos, él mismo puede
tomar este mal ejemplo y repetir la misma vida desgraciada que
tuvieron sus padres.
Resumiendo todo lo que hemos comentado hasta ahora, me da la sensación de que se transmite el mensaje de que el amor de pareja es un amor de mayor importancia que el fraternal o el filial ¿no es egoísta hacer distinción entre amor de pareja y el amor fraternal o filial? ¿No se contradice esta distinción con el concepto de amor incondicional?
¿En qué te basas para decir eso?
Supongo que en el ejemplo que dio Jesús. Él no hizo referencias especiales al amor de pareja ¿no?
Eso tú no lo puedes saber, porque te basas en la información de los evangelios canónicos, que reflejan muy poco de lo que él dijo. Pero yo te digo que él habló también del amor de pareja, sobre todo a los más allegados, que tenían más capacidad para entender. Ya les dejó la enseñanza de que sólo el amor mutuo y perfectamente afín es el vínculo que une a las parejas, y que la decisión de la unión y desunión de una pareja debía ser tomada por cada uno de ellos en total libertad. Esto dicho ahora no parece nada del otro mundo, pues resulta razonable para cualquier mentalidad medianamente sensata. Pero en aquella época la mentalidad del ser humano era más pobre en entendimiento y el respeto a la libertad de sentimiento era prácticamente nulo. La poligamia era frecuente y la mayoría de uniones eran sin amor, matrimonios concertados en los que se obligaba a alguno de los cónyuges o a los dos a contraer matrimonio sin tener en cuenta su voluntad.
Creo que hoy en día mucha gente es consciente de que los matrimonios concertados son un abuso y están en contra de esta práctica.
Puede parecer obvio en las sociedades de Occidente, con una legislación más avanzada, que recoge y protege algunos de los derechos y libertades individuales. Pero todavía hoy en día esta práctica es común en muchos países, donde las leyes, muchas veces alentadas e instauradas por líderes y regímenes de carácter "religioso", permiten que "en nombre de Dios" hasta niñas de corta edad sean casadas con adultos, dando cobertura legal a los abusos sexuales, la explotación moral y física de niñas y mujeres. Se les hacer creer que si no se someten a estas prácticas abusivas, son personas sucias, impuras y que desobedecen los designios de Dios. Y cuando, a pesar de todo, intentan liberarse de su inhumana condición, se las trata como si fueran criminales, a veces hasta son torturadas y asesinadas cruelmente.
Sabed que el matrimonio concertado es una forma de prostitución institucionalizada, pues se está obligando a una persona a convivir y mantener relación sexual con alguien que ella no ha elegido, bajo una apariencia de "honestidad" y esto es una vulneración muy grave de su libre albedrío, específicamente de su libertad de sentimiento.
Bueno, creo que en la actualidad la mayoría de gente ya sabe que es libre, por lo menos en los países occidentales, y que la legislación protege la libertad individual, contemplando el derecho al divorcio y sancionando a aquellos que impiden su ejercicio ¿no es cierto?
Es cierto. Y esto representa un enorme avance espiritual que se ha conseguido con enormes sacrificios y luchas, que lamentablemente no han contado más que con la oposición de las autoridades religiosas, que nuevamente, en vez de contribuir al progreso espiritual de la humanidad, han hecho todo lo posible por obstaculizarlo y entorpecerlo. Y lo más lamentable es que lo han hecho utilizando el nombre de Dios. Pero las costumbres y normas religiosas están muy arraigadas en las sociedades y a veces, aunque no tienen poder para prohibir, lo tienen para influir psicológicamente.
Sabed que todavía en vuestra época y en vuestra sociedad, aunque se producen pocos matrimonios concertados, se siguen dando muchas uniones sin amor. Y ocurre que cuando una persona se da cuenta de ello y quiere deshacer esta unión tiene muchas dificultades por culpa de esas normas religiosas, como anteriormente hemos mencionado.
Volvamos al tema en el que estábamos, sobre si el amor de pareja es egoísta y se contradice con alcanzar el amor incondicional. Si no es una enseñanza de Jesús, al menos la Iglesia lo ha interpretado de esta forma. Creo que se basan en una cita del evangelio (Lucas 14:26) en la que supuestamente Jesús dice: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo". Creo que la interpretación que hace la Iglesia de este texto es que para amar incondicionalmente al prójimo no puedes hacer distinción entre la pareja, la familia y el resto, porque esto te hace quedar atrapado por el amor de pareja y el amor a los hijos, y te impide una dedicación al prójimo más profunda. Creo que la Iglesia Católica exige a los sacerdotes el voto de castidad y el celibato por este motivo ¿Me equivoco?
Este texto que mencionas es una nefasta traducción de lo que Jesús dijo realmente. Cambiad la palabra aborrecer por la de desapegarse y entenderéis lo que él quería decir. Quiere decir que para alcanzar el amor incondicional (seguirle a él) es necesario vencer el apego, el amor posesivo, muy común dentro de las familias, porque a menudo esta forma egoísta de querer coarta la libertad del ser humano y le limita mucho a la hora de entregarse a una misión de amor incondicional al prójimo. Por tanto, la interpretación que se hace de lo que Jesús dijo es totalmente contraria a la realidad. Yo os digo que el que no ha experimentado el amor de pareja no puede experimentar el amor al prójimo incondicional. Los sentimientos de amor de pareja, cuando uno lucha por ellos, son lo más fuerte que existe.
Esos sentimientos son los que ayudan a seguir adelante en la vida. Para desempeñar una misión de entrega a los demás como la que desempeñó Jesús, necesitaba una fuerza interior. Esta fuerza interior la tenía porque estaba seguro de lo que amaba, a quién amaba y por qué amaba. Yo os digo que todos los verdaderos enviados del mundo espiritual han sentido y vivido el amor de alma afín, y que de ese amor se han alimentado para desempeñar la labor que han realizado. Si uno niega estos sentimientos lo que ocurre es que se siente totalmente vacío y falto de valor y fortaleza, y ante las adversidades que implica una misión de ese tipo se viene abajo.
Yo pensaba que estos seres se alimentaban del amor a Dios y que esto les era suficiente.
Su fe en Dios les da fuerzas, pero el ser en la etapa humana de evolución necesita del amor de un ser igual a él mismo, y este ser es el alma afín. ¿Por qué rechazar algo que aporta la felicidad y que llena al ser humano en todos los aspectos? ¿Dónde está el problema? Yo os digo que renunciar al amor de pareja, lejos de hacerle evolucionar, estanca al espíritu en su proceso de evolución. Los prejuicios que tenéis a este respecto, quiero decir, el pensar que el renunciar al amor de pareja te hace más evolucionado y con mayor capacidad de amar al prójimo, son una invención de la Iglesia para subyugar la voluntad del ser humano y son contrarios a las Leyes Espirituales, porque obstaculizan la libertad de sentimiento e impiden al ser humano alcanzar la felicidad.
¿Pero no es cierto que a veces la pareja puede ser un obstáculo en una labor de ayuda al prójimo intensa?
No es el hecho de tener pareja en sí lo que obstaculiza esa labor sino cuando, por culpa del apego, uno de los miembros de la pareja se cree con el derecho coartar la libertad del otro y lo retiene porque lo cree de su propiedad y ve a los demás como adversarios que le roban su atención. Esto ocurre frecuente cuando alguien se ha unido a una pareja que no le es afín. De la falta de afinidad surge la incomprensión y la divergencia de motivaciones en la vida.
También se puede dar en el seno de una pareja compuesta por almas afines si se interponen los ego sentimientos, principalmente el apego, pero también otros como el miedo. Generalmente, se trata del miedo al sufrimiento del ser amado, o el miedo a perderlo si se entrega a una misión que le pone en peligro. Cuando la pareja es afín y se han vencido los miedos y otras manifestaciones del egoísmo, no supone ningún obstáculo. Todo lo contrario. Si coinciden en encarnar juntos, se implican ambos en la misión con la misma intensidad. Eso hace que la misión sea mucho más profunda, puesto que el amor mutuo les fortalece, reconforta y les dulcifica todas las amarguras del camino que han elegido vivir.
Pero según parece Jesús no tuvo en vida ninguna pareja y esto no le impidió amar a prójimo y desempeñar su misión ¿no?
Ya hemos hablado de esto anteriormente. Jesús es como todos. También tiene su alma afín, pero no encarnó simultáneamente con él, lo cual no quiere decir que él no mantuviera contacto con ella. Para los seres del nivel evolutivo de Jesús, el hecho de que el ser amado no esté encarnado con él simultáneamente no supone un obstáculo insalvable, pues debido a su capacidad y sensibilidad tienen relativa facilidad par desprenderse del plano material y pueden así contactar con sus seres afines en el plano espiritual.
¿Entonces no es egoísta querer más a unas personas que a otras?
Llamas egoísmo a lo que simplemente son diferencias de
afinidad. Siempre es más fácil querer a alguien que es afín que a
alguien que no lo es. Sólo cuando el espíritu es muy avanzado es
capaz de querer con la misma intensidad a seres con los cuales
tiene diferencias en afinidad. Yo te digo que para experimentar
el amor al prójimo de forma incondicional hace falta primero
haber vivido el amor del alma afín, pues este amor es la fuerza
que le alimenta para amar a los demás. Por tanto, el que quiere
amar incondicionalmente al prójimo pero reprime o anula el
amor de pareja nunca podrá alcanzar un amor al prójimo
verdadero, pues al faltarle la fuente de la que se alimenta su interior se vaciará rápidamente al darse a los demás cuando
empiecen a darse las primeras muestras de ingratitud. Para llegar
al décimo grado, hay que empezar por el primero, y pasar por
los grados intermedios. Pero parece que vosotros creéis que ya
habéis llegado al diez sin tener claro cuál es el uno, quiero decir,
que si todavía le negáis el amor a los que os son afines, como
ocurre con el amor de alma gemela, ¿Cómo queréis amar a los
que no lo son?
Pero es que no es tan fácil acertar y dar con el amor verdadero a la primera.
Con mayor motivo, porque no es fácil acertar deberíais permitiros el poder dar marchar atrás una vez tomáis conciencia de que no estáis enamorados. Lo realmente triste no es que se produzcan uniones sin amor, sino que os esforcéis tanto en prolongarlas a la fuerza, estableciendo cadenas terrenales que os impiden liberaros ellas una vez tomáis conciencia de que no hay amor.
Creo que la juventud tiene más claro que es libre para decidir con quien quiere y no quiere estar y no tiene tantas dudas para dejar una relación si no desea continuarla.
Sí, es cierto. La juventud tiene más libertad ahora, sobre todo en los países occidentales, porque no ha vivido una educación tan represiva. Sobre todo gozan de mayor libertad en la sexualidad y saben que el hecho de mantener relaciones sexuales con una persona no les obliga a estar con ella para toda la vida. Y eso es algo bueno. El problema de la juventud no es tanto el dejar las relaciones cuando lo desean, sino saber cómo encontrar el amor verdadero, porque mayoritariamente se unen por motivos diferentes al amor. A pesar de tener más libertad en la vida, no la están aprovechando para desarrollar los sentimientos.
¿Y por qué motivos se unen?
Lo que predominan son las uniones por atracción física, sobre todo en la adolescencia, o por similitud de intereses mentales. Se valora por encima de todo el atractivo físico y también el ser importante. Por eso las personas con atractivo sexual, fama, dinero, son muy deseadas como pareja. Los jóvenes físicamente atractivos se sienten satisfechos porque su físico agraciado les garantiza tener pretendientes y suelen escoger también según el atractivo físico. Las relaciones de pareja suelen ser fugaces porque una vez se ha satisfecho el instinto sexual se pierde el interés y se busca otra relación más novedosa. Pero la sexualidad practicada sin amor pasa factura, porque en aquellas personas más sensibles genera un vacío en el interior y es la causa por la cual muchas personas jóvenes se sumen en profundas depresiones, pues intentan llenar con sexo lo que sólo se puede llenar con sentimientos. Por otra parte, el que es menos atractivo, deseando lo mismo, se siente frustrado en sus intenciones, pues tiene más dificultades para conseguir lo que desea, porque lo que más se valora es el atractivo físico que él no posee. Vive acomplejado por su aspecto físico y se siente menospreciado y con pocas posibilidades de encontrar pareja. Los complejos y las represiones a consecuencia del aspecto físico, traen como consecuencia depresiones y trastornos graves como la anorexia y la bulimia, por el deseo de ser más delgado y aumentar el atractivo para gustar más.
¿Por qué les ocurre esto a los jóvenes, si han vivido una época de mayor libertad?
Ahora hay mayor libertad sexual, pero todavía no hay libertad de sentimiento, puesto que todavía queda por vencer la represión sentimental. Vuestra forma de educar a los hijos es todavía muy materialista y poco espiritual. Los niños no son educados todavía lo suficientemente en los sentimientos. No se les enseña en la vida a buscar la felicidad a través de desarrollar los sentimientos, no se les ha enseñado a valorar el amor ni a tener una perspectiva de la vida de tipo espiritual. Por un lado se les desarrolla mucho la mente, la inteligencia y se les enseñan conocimientos que les van a servir para tener una profesión en la vida. Esto es la formación académica en las escuelas. Fuera de la escuela, lo que se vive en las familias y lo que se transmite a través de los medios de comunicación y las relaciones sociales es que la felicidad se consigue a través de la satisfacción de la vanidad.
Es decir, se les enseña a valorar las cualidades externas que a uno le hacen destacar sobre los demás, como el atractivo físico la inteligencia, el tener éxito, fama, poder y dinero. Muchos jóvenes se han refugiado en la satisfacción del capricho y del placer, en las diversiones, en el sexo sin sentimiento, en las drogas, como forma de evadirse ante el vacío e insatisfacción que sienten en la vida. Intentan llenar con placer y diversión lo que corresponde ser llenado con sentimiento, y ante la ausencia de sentimiento, el interior se deprime. Una gran parte de la juventud sufre porque está atrapada por el deseo de satisfacer su vanidad y porque su sensibilidad hacia los sentimientos está reprimida o anulada. Les falta encontrar un sentido a la vida Los jóvenes de esta época necesitan comprender que la vida sí tiene un sentido más allá de divertirse con la satisfacción del capricho y del placer. Que para llenarse verdaderamente necesitan desarrollar y vivir los sentimientos en completa libertad, y también la espiritualidad. Sólo así conseguirán ser felices Algunas personas tienen el concepto de que el motivo por el cual la juventud se ha inclinado al consumismo, a la banalidad y a la promiscuidad sexual es que se han perdido los valores morales del pasado, que ha habido un retroceso en lo espiritual ¿Están en lo cierto? No. Ya lo hemos dicho, se refugian en lo material para escapar del vacío del interior. Las cosas no fueron nunca mejores en el pasado. Si la juventud del pasado no reflejó las mismas actitudes no era porque sus valores fueran mejores que los actuales, sino porque estaban más reprimidos y pasaban más penurias económicas. El puritanismo religioso asfixiaba el desarrollo libre de la sexualidad y la condenaba a la clandestinidad. Los jóvenes no eran libres ni en los sentimientos ni en la sexualidad y vivían reprimidos y atemorizados, pues a los ojos del puritanismo religioso todo era pecado. Antes se reprimía la sexualidad casi completamente y sólo se consentía en el seno de los matrimonios. Y como en muchos matrimonios no había amor sino que eran una imposición, las experiencias sexuales para muchas personas eran horribles y traumáticas. Muchas personas tenían una doble vida, la que se daba de cara al exterior para mantener las apariencias sociales y la oculta, donde muchos encontraban una válvula de escape a una vida llena de tabúes y represiones. Esta forma de actuar, la de la doble moral todavía perdura en la actualidad, sobre todo en la gente mayor que ha vivido una educación represiva, acostumbrada a tener dos caras por el temor al qué dirán.
LA INFIDELIDAD EN LA RELACIÓN DE PAREJA A LA LUZ DE LA LEY DEL AMOR
¿Qué opinas de la fidelidad y la infidelidad en el seno de la pareja?
Que se puede ser fiel a una obligación o se puede ser fiel a un sentimiento. Espiritualmente solo tiene valor la fidelidad a los sentimientos.
¿Qué quieres decir exactamente con esas palabras?
Quiero decir que cuando en una relación de pareja no hay un sentimiento y afinidad mutuos, la fidelidad se guarda por obligación, como un deber a cumplir que es esforzado, no sentido. Cuando hay un sentimiento verdadero, la fidelidad surge espontáneamente, sin necesidad de esforzarse para mantenerla. Vosotros dais mucho valor al contrato firmado delante del sacerdote o el juez, al que llamáis matrimonio y poco al hecho de si hay amor entre los cónyuges. Por eso condenáis toda relación sexual extramatrimonial, aun cuando no haya amor entre los cónyuges, a pesar de que puede ocurrir que en la relación extramatrimonial se dé el verdadero amor. Habláis de una infidelidad en el matrimonio cuando deberíais saber que la única infidelidad que existe espiritualmente es la infidelidad a los sentimientos. Hay personas que han estado toda una vida en un matrimonio sin amor, incluso estando enamoradas de otra persona y que han renunciado a este sentimiento convenciéndose o siendo convencidas de que esto era lo bueno, lo justo y lo que estaba en armonía con la ley divina. Son personas profundamente infelices que los demás consideran santas, derroche de virtud y moral intachable, porque se han sacrificado por cumplir una promesa que el sacerdote solemnemente sentenció el día de su boda: "lo que ha unido Dios que no lo separe el hombre". Sin embargo, desde el punto de vista espiritual las cosas se ven de distinta manera porque sólo la fidelidad a los sentimientos tiene un valor espiritualmente. Estas personas, de imagen intachable a los ojos de las normas y costumbres de su comunidad, son personas que están siendo infieles a sus sentimientos y que por ello se han estancado en su evolución espiritual. Cuando vuelvan al mundo espiritual se darán cuenta de que han realizado un sacrificio inútil y que habrán de volver en una próxima encarnación a realizar lo que en esta no se atrevieron a hacer, luchar por los sentimientos. Por otra parte, aquellos que fueron los verdugos del sentimiento de otras personas, aquellas personas que no buscan luchar por sus sentimientos sino que se complacen en perseguir a los que luchan por ser felices amando en libertad, y se satisfacen cuando consiguen que alguien sea desgraciado atrapado por los lazos del matrimonio forzado, se exponen en las vidas sucesivas a ser ellos mismos las víctimas de las actitudes represivas con sus sentimientos de otros seres semejantes a ellos mismos en egoísmo.
En el otro lado, aquella persona que por luchar por sus
sentimientos, por estar al lado de la persona que ama, y que
sufre incomprensiones, humillaciones, chantajes y malos tratos
físicos y/o psíquicos, y que es considerada por la sociedad, la
comunidad o por la familia una persona adúltera, infiel o inmoral
es la que verdaderamente está avanzando en los sentimientos.
Es la que verdaderamente está en armonía con la ley espiritual
del amor y es la que disfrutará en el mundo espiritual de la
felicidad verdadera tan trabajosamente conquistada en el
mundo físico, pues encontrará que allí ya no habrá ningún
obstáculo para la manifestación libre de los sentimientos.
Sigo sin entenderlo. Creo que si me pones un ejemplo me quedaría más claro.
Imagina que una mujer esta casada con un hombre al cual no ama, sino que ama a otro con el cual desearía formar pareja y que le corresponde en los sentimientos. Ambos hombres, llamémosles marido y amante, quieren tener relación sexual con esta mujer. Según el concepto de fidelidad de vuestro mundo, si mantiene relaciones con el amante esta actuando mal, pues le está siendo infiel al marido. Pero yo te digo que si toma la decisión contraria, es decir si mantiene relaciones con el marido pero no con el amante, estaría siendo infiel a sus sentimientos, pues ella ama al amante y no al marido.
No entiendo nada. ¿Entonces está bien tener relaciones extramatrimoniales?
Entiendes más de lo que aparentas. Pero lo aclararé para que no quede ninguna duda. Espiritualmente los contratos terrenales no tienen más validez que la que uno le quiera dar. Es decir, nadie está obligado a querer a nadie ni a guardarle fidelidad por la obligación de un contrato matrimonial, ni por cualquier otra causa. Lo que sí es incorrecto es engañar a otra persona haciéndole creer que hay unos sentimientos que en realidad no existen. Lo justo es ser sincero con lo que uno siente y obrar en consecuencia. En el ejemplo anterior, puesto que la mujer reconoce no amar al marido, lo justo es que se lo exponga y que, consecuentemente con ello, finalice la relación sin amor para poder vivir la relación de sentimiento con la persona amada sin necesidad de ocultarse. Hay personas que saben que no están enamoradas de aquel con el que firmaron el contrato del matrimonio, o el compromiso de ser pareja, y que mantienen el vínculo por conveniencia, por necesidad, por sentimiento de culpa o por miedo a la reacción de los demás. Ya hemos hablado suficientemente de ello. Por otro lado, hay personas que saben a quien aman, pero por temor o comodidad, no luchan para unirse con el ser amado, sino que prefieren reprimir o anular sus sentimientos para no sufrir, y se amoldan a relaciones terrenalmente cómodas pero que no les llenan, pues les falta lo esencial, el amor afín mutuo y correspondido. Viven una vida de apariencia de cara al exterior, y de vacío y sufrimiento reprimido de cara al interior. Sed honestos con vuestros sentimientos y haced que vuestra vida sea un reflejo de vuestros sentimientos. Así evitareis los sufrimientos innecesarios. Tened la valentía de luchar por los sentimientos, porque es por lo único que merece la pena luchar.
¿Pero no puede ocurrir que aunque uno quiera luchar por los sentimientos se vea imposibilitado de conseguir su objetivo por las circunstancias? Siguiendo con el ejemplo anterior, ¿qué pasa si el marido no acepta dejar la relación y obliga a la mujer a continuarla? De hecho hay mujeres que son asesinadas por el ex marido o ex pareja porque éstos no admiten la ruptura de la relación ¿O qué pasa cuando la legislación de un país rechaza el divorcio e incluso condena a muerte a la mujer que deja al marido? ¿Qué opción le queda a esa mujer?
Es cierto que se puede encontrar con muchas dificultades, porque lamentablemente en vuestro mundo hay muy poco respeto por la libertad de sentimiento, sobre todo para los más indefensos. No obstante, el respeto por la libertad de sentimiento se ha incrementado respecto a épocas pasadas y se recoge como un derecho en las legislaciones de muchos países. En los países occidentales las legislaciones contemplan el divorcio como un derecho, y hay legislaciones que protegen frente a la violencia de género, aunque es cierto que en otros la situación es intolerable y queda mucho por mejorar. Pero aunque tenga a todo el mundo en contra, yo os digo que le merecerá la pena, porque no hay un motivo mejor por el que luchar que los sentimientos, pues es la base de la evolución espiritual y la felicidad. El que escoge luchar por los sentimientos tendrá la mayor de las recompensas, que es la felicidad que se siente cuando se reencuentra con el ser afín amado, para poder sentir y vivir los sentimientos en plenitud. Aunque pueda perder la vida física en el intento, por culpa de las trabas del egoísmo humano, y por ello no lo logre en el plano material, que tenga por seguro que lo que sembró en la vida física lo cosechará como recompensa en el plano espiritual.
Por el contrario, el que no lucha por sus sentimientos, el que los reprime y anula, y al mismo tiempo se obliga y esfuerza en conservar una relación sin sentimientos, ya está sufriendo las consecuencias de su falta de valor y tendrá que volver en vidas posteriores a superar lo que en esta vida dejó por resolver.
LOS EGOSENTIMIENTOS EN LAS RELACIONES DE PAREJA
¿Puede ocurrir que una persona se haya encontrado con su alma gemela y aún así no la valore y desee tener relación sexual con otras personas, e incluso le sea infiel?
Sí. Cuando no hay una firmeza en los sentimientos, cuando no se lucha por cuidarlos y desarrollarlos y se permite que los ego sentimientos se interpongan, suele ocurrir. En los espíritus poco sensibles a los sentimientos, el instinto biológico sexual predomina sobre el escasamente desarrollado sentimiento y esto hace que se busque más la satisfacción del cuerpo que la felicidad del espíritu. El deseo sexual en esta etapa se despierta fundamentalmente por el atractivo físico y la novedad. Cuando hay una satisfacción del cuerpo se pierde el interés por esa relación y se buscan nuevas relaciones. En este momento no hay una preferencia especial por nadie en particular. A medida que el espíritu avanza en el desarrollo de los sentimientos se aburre de la relación puramente sexual, puesto que una vez satisfecho el deseo siente un vacío en el interior, y busca algo más en una relación, esto es, amar y ser amado. Y aquí es donde entra en juego la afinidad sentimental, puesto que si ésta no existe, no se llega a alcanzar la plenitud del interior. Comienza entonces la lucha por los sentimientos, por encontrar la felicidad en la relación de pareja. En este camino el espíritu vivirá innumerables experiencias de relaciones personales, donde experimentará de todo, instintos, sentimientos y ego sentimientos, y en función del grado de felicidad y de infelicidad que vaya experimentando irá poco a poco perfeccionando su sensibilidad y su capacidad de amar. Irá desechando los ego sentimientos e irá desarrollando los sentimientos de amor. Tendrá cada vez más claro cuáles son sus sentimientos y también será más firme a la hora de vivir de acuerdo con lo que siente. También irá poco a poco mostrando más respeto por la libertad de sentimiento de los demás.
¿Cuáles son los ego sentimientos más importantes que interfieren en los sentimientos de pareja?
Los hay diferentes. El principal es el apego y de él derivan otros ego sentimientos como la absorbencia y el victimismo, los celos, el resentimiento y el despecho, la obsesión sentimental, la culpabilidad en el amor, el miedo al amor y la confusión sentimental.
¿Puedes explicarme en qué consiste cada uno de estos ego sentimientos?
Sí, claro. Empecemos por el apego. Aunque ya hablamos de él anteriormente lo haremos ahora con mayor profundidad. El apego es lo que comúnmente se conoce como "amor posesivo". La persona que sufre de apego asume que cuando se crea un vínculo de pareja éste obliga a los cónyuges a ceder parte de su voluntad y libertad en favor del otro y, al mismo tiempo, que se adquieren derechos sobre la voluntad y la libertad del cónyuge. Podemos diferenciar dos facetas del apego, el apego activo y el apego pasivo.
El apego activo se da en la persona que considera que el ser amado le pertenece en propiedad y que por ello tiene ciertos derechos sobre él. Se manifiesta como un deseo de poseer la voluntad de la otra persona y un afán de controlar su vida para que el otro haga lo que uno desea. Es decir, las personas con apego activo se creen con derecho a imponer su voluntad sobre la voluntad de su pareja. Quieren tener alguien que satisfaga sus deseos, que les complazca, y se creen con derecho a exigirlo del otro porque consideran que esto forma parte de las obligaciones de la relación de pareja. El apego pasivo es el que corresponde a la persona que permite que el cónyuge vulnere su libertad y voluntad porque cree que el vínculo de pareja le obliga a ello. La persona que sufre de apego pasivo tiene tendencia a volcarse en la satisfacción y la complacencia de la pareja, renunciando a su propia libertad y voluntad.
La educación tradicional machista fomenta el apego en las dos variantes, pues aprueba el apego activo del hombre y educa a la mujer para que se amolde a vivir con apego pasivo. En una relación de pareja de tipo machista, el marido actuaría con apego activo, pues él se atribuye el derecho de dominar a la mujer, imponiéndole su voluntad y coartando su libertad, mientras que la mujer actuaría con apego pasivo pues se obliga a cederle al marido parte de su voluntad y su libertad.
¿Quieres decir que, en general, el hombre tiende a actuar con apego activo y la mujer con apego pasivo?
No. Hay muchos casos que son a la inversa. También se puede dar el apego activo y pasivo en el mismo cónyuge y en ambos a la vez. El que exista apego activo o pasivo tiene que ver con el nivel evolutivo de cada espíritu. El apego activo se da con mayor preponderancia en la etapa de la vanidad, donde se conoce poco el amor y se desea y necesita más que se ama. Se busca en la relación de pareja que el otro satisfaga los deseos y necesidades de uno mismo. Si ese espíritu en la etapa de la vanidad encarna como hombre aprovechará la educación machista para justificar su actitud de dominancia, y si es mujer buscará también dominar con otras armas.
El apego pasivo se da más habitualmente en el orgulloso por la necesidad que tiene de ser amado y por la mayor capacidad de amar que tiene. Cree que si se esfuerza por complacer al otro va a conseguir que le ame y como tiene gran capacidad de amar se entrega mucho en la relación, hasta el extremo de renunciar a su libertad y su voluntad.
¿Cómo se puede superar el apego?
El apego activo se supera cuando se toma conciencia de que una cosa es el querer y otra el querer poseer. Que si amas a alguien de verdad has de empezar por respetar su voluntad y su libertad en todas las facetas de su vida, tanto como te gusta que se respete tu libertad y tu voluntad.
El apego pasivo se supera cuando se toma conciencia de que
amar a alguien no implica renunciar a tu libertad ni a tu
voluntad, y que no tiene sentido renunciar a ellas por querer
conseguir que te quieran, porque si la persona te ama de
verdad no te pedirá esa renuncia como condición para amarte.
La persona que te exige un sacrificio para amarte en realidad no
te ama ahora ni te amará después, porque los sentimientos
verdaderos surgen espontáneamente, no están condicionados a
que hagas algo determinado.
Absorbencia y victimismo
Llamamos absorbencia al deseo de atraer la atención de los demás para que satisfagan o complazcan los deseos y necesidades de uno mismo. La persona dominada por la absorbencia suele pensar sólo en sí misma y exige y obliga a los demás a que le presten atención. En la relación de pareja suelen exigir al cónyuge una atención casi en exclusiva, por lo que vulneran frecuentemente su libertad y su voluntad, al convencerle de que esta atención les corresponde por derecho, por el vínculo afectivo que hay entre ellos. Si no consiguen la atención de buen grado, suelen utilizar el victimismo para conseguirlo.
El victimismo es un ego sentimiento que caracteriza a aquella persona que busca atraer la atención de los demás hacia sí misma procurando despertar el sentimiento de lástima, que los demás se compadezcan de ella, con el propósito de someter a los demás a su voluntad o de aprovecharse de ellos. Está muy relacionado con la absorbencia, pues el victimista suele ser absorbente, porque exige la atención de los demás sin respetar su libre albedrío. También es cobarde, pues no lucha para avanzar, sino para conseguir que otros les substituyan en sus pruebas y responsabilidades.
Es una forma de manipulación muy sutil, pues muchas veces la persona manipulada es absorbida sin darse cuenta. El victimista suele jugar con el sentimiento de culpa, es decir, procura que su víctima se sienta culpable si no accede a complacer o satisfacer sus demandas.
Por ejemplo, suele utilizar la propia enfermedad para atrapar a los demás. Inventan dolencias o exageran las que tienen para eludir responsabilidades o para forzar a otros a que las asuman por ellos. Otro argumento que suelen utilizar para causar lástima y justificar su absorbencia es decir que su malestar está causado porque en la infancia no fueron queridos, cuando no es cierto que esta sea la principal causa de su malestar. En las relaciones de pareja, suelen buscar como cónyuges a personas complacientes, que accedan siempre a sus pretensiones. Se hacen voluntariamente dependientes del cónyuge con su forma de comportarse, pues simulan estar mal siempre, física o psicológicamente, para recibir una atención constante y que el otro cargue con todo. Este comportamiento acaba por asfixiar y extenuar al cónyuge, pues prácticamente no tiene vida propia, sino que su vida gira en torno a satisfacer y complacer al victimista en los más mínimos detalles, pues le convence de que no puede valerse por sí mismo. Ellos mismos alimentan su malestar y no quieren mejorar, pues lo utilizan como arma para atrapar.
¿Cómo se superan la absorbencia y el victimismo?
Renunciando a controlar la vida de los demás y respetando su libre albedrío. Esto quiere decir que hay que tomar conciencia de que no se tiene derecho a exigir ni imponer nada a nadie y menos bajo el pretexto de tener algún vínculo afectivo con ella. Al mismo tiempo, es necesario vencer la cobardía, la pereza y la comodidad para enfrentar los problemas por uno mismo, en vez de buscar siempre a alguien de fuera que los resuelva.
Los celos
Podríamos definir los celos como un desasosiego que padece una persona por el miedo de perder a alguien que considera de su propiedad. Los celos en la relación de pareja son característicos de la persona con apego activo, posesiva y absorbente, pues considera a la pareja de su propiedad y le exige una atención en exclusiva. Por ello se enfurecen cuando la pareja demuestra alguna atención o afectividad hacia otras personas.
Los celos suelen manifestarse como una desconfianza permanente hacia la pareja y una obsesión recurrente con la idea de que la pareja le puede ser infiel. Esta obsesión lleva a ejercer un control exhaustivo sobre la vida de la otra persona bajo el pretexto de evitar posibilidades de infidelidad, y le hace tener animadversión hacia aquellas personas que se relacionen con su cónyuge, sobre todo hacia aquellos que considera como posibles competidores como pareja. Los celos pueden alimentar otros ego sentimientos, que se emplean para ejercer un control sobre la vida del cónyuge, como la agresividad, la absorbencia, el victimismo o el despecho. El celoso durante la relación suele ser el despechado cuando ésta se rompe. La persona celosa refleja pobreza y debilidad de sentimientos. Primero, porque no presta atención a la felicidad del otro. Sólo piensa en satisfacer su deseo de dominación sin pensar en el gran daño que causa a la pareja. Segundo, porque no confía en que el vínculo de sentimientos sea suficiente para que se mantenga la unión de la pareja. Por eso recurre a la coacción y a la intimidación. Cuando hay amor verdadero se confía en los sentimientos y no hay temor de interferencias de terceras personas. Si aparece una tercera persona en la relación es síntoma de que los sentimientos que había eran pobres o que no existían.
¿Cómo se superan los celos?
Los celos son síntoma de que no hay sentimientos, sólo apego activo. Los celos se superan reconociendo esta falta de sentimiento y reconociendo el propio apego activo. Para superarlo hay que renunciar al deseo de poseer al otro y respetar la libertad de sentimiento. Hay que tomar conciencia de que el amor verdadero es libre y no se puede forzar, surge espontáneamente y que es sobre esa base de ese sentimiento espontáneo libre y mutuo sobre la que se producirá la unión, sin necesidad de que exista una obligación o un esfuerzo por mantenerla.
El resentimiento y el despecho
El resentimiento es un ego sentimiento que se caracteriza por la animadversión hacia alguien que consideramos que nos ha perjudicado. Uno se siente herido en su amor propio, o en sus sentimientos y se siente justificado para perjudicar al que le ha hecho daño, porque espera una satisfacción de ese perjuicio. Existe un deseo de resarcimiento o venganza. Cuando la persona actúa por resentimiento tiene tendencia a perjudicar no sólo a aquellos que le han hecho daño, sino en general a todo el mundo, puesto que cuando el resentimiento se adueña de la voluntad de la persona, le hace creer que todos los actos de los demás hacia sí mismo tienen una intención oculta que tiene como objetivo perjudicarle. La persona resentida se vuelve desconfiada en extremo.
Una variante del resentimiento es el despecho. En este caso es la animadversión hacia la pareja porque decide romper la relación.
La persona despechada se siente herida en sus sentimientos porque considera que ha perdido algo que le pertenecía y encaja mal esa pérdida. Desea el sufrimiento para su ex pareja y suele actuar para perjudicarla. La persona se siente víctima y con derecho a hacer daño al otro, que considera causante de su mal. Su lema es: "Por lo que me has hecho sufrir te voy a hacer sufrir".
La persona despechada utiliza todo aquello que considera un arma para resarcirse, el victimismo, la difamación, la manipulación, el chantaje, la amenaza, la coacción o la agresividad.
Se cree justificada para emprender acciones que perjudiquen a la ex pareja, a través de agresiones, amenazas, falsas acusaciones de maltrato, deseo de desposeer al otro de los bienes materiales que ha habido en común, etc. Si hay hijos en común se les utiliza como arma arrojadiza, intentando impedir su relación con los hijos o dando mala imagen de la ex pareja a los hijos para que haya discordia entre ellos. Si la ex pareja tiene una nueva relación, también la nueva pareja puede ser objetivo del ataque del despechado, sobre todo si considera que su separación tiene que ver con esa nueva relación.
¿Pero no es normal que cuando alguien es abandonado por su pareja se sienta mal?
Se puede sentir tristeza, decepción, frustración, soledad o nostalgia como consecuencia de la ruptura. Pero una cosa es sentir tristeza y otra bien distinta es desear el sufrimiento para el otro y actuar para hacerle sufrir. La persona despechada también refleja pobreza y debilidad de sentimientos, ya que el que ama verdaderamente jamás actúa para perjudicar al ser amado, ni aun cuando éste toma una decisión que uno no comprende. Y esto ocurre porque todavía no hay un respeto de la libertad de sentimiento, que le da a cada persona el derecho a decidir con quién quiere o no quiere mantener una relación. Si hubiera un respeto de la libertad de sentimiento se sufriría menos cuando se produce una ruptura de pareja y se haría sufrir menos a los demás.
¿Cómo se supera el despecho?
Todo gira en torno a lo mismo, es decir, la superación del apego y el respeto a la libertad de sentimiento. Igual que dijimos en el caso del apego activo y los celos, hay que tomar conciencia de que nadie pertenece a nadie. No existe el derecho de propiedad sobre el cónyuge, y por ello no se tiene el derecho de decidir por él y menos de exigirle la continuidad de la relación si no es su voluntad. Por tanto, no hay ninguna justificación para actuar en su contra.
La obsesión sentimental o fascinación.
La obsesión en las relaciones personales hace referencia al
deseo insatisfecho de conseguir o poseer a una persona que uno
se ha puesto como meta. Si el deseo es fácilmente conseguible,
una vez conseguido se pierde el interés. Pero si es costoso, se
vuelve un reto. El deseo se incrementa y, al no verse satisfecho,
se convierte en obsesión. Muchas veces esto no refleja un
sentimiento verdadero, sino sólo una insatisfacción y una
necesidad, que puede ser sexual y/o afectiva. Por ello, la obsesión hace perder el sentido de la realidad. La obsesión es
característica de las personas caprichosas, que han vivido
mucho tiempo centradas en satisfacer sus caprichos y cuando
estos deseos no se cumplen se ofuscan en sí mismos. También las
personas reprimidas, que tiene dificultades para expresar sus
sentimientos, son objeto de la obsesión sentimental. Suelen
fascinarse por la persona objeto de su deseo y crean una
fantasía alrededor de ella que no se corresponde con la
realidad, pero que alimenta ese deseo y también la esperanza
de que si se consigue se puede llegar a ser feliz.
Tal como lo expones me recuerda a lo que el personaje de Don Quijote acaba sintiendo por Dulcinea del Toboso.
Es un buen ejemplo de lo que significa la fascinación y la obsesión sentimental.
En la obsesión trabaja mucho la mente y poco el sentimiento, hasta el punto de que uno puede llegar a creer que lo que piensa es lo que siente. La falta de atención a los sentimientos hace que ni siquiera se preocupen por si son correspondidos o no. Suelen ser personas que no actúan con sinceridad, pues suelen tener miedo al rechazo y no están dispuestas a admitirlo. Su propósito es conseguir a la persona deseada a cualquier precio, incluso pasando por encima de su voluntad si hace falta. Por eso no expresan abiertamente sus intenciones, sino que actúan con astucia para conseguir lo que quieren sin dar la oportunidad al otro de decir no. Si son físicamente bellos creen poder doblegar la voluntad y el sentimiento de la otra persona a través de la seducción. Si son inteligentes estudian las debilidades de la otra persona y utilizan ese conocimiento para poder conquistarla a través de la persuasión, el halago y la satisfacción de las necesidades y caprichos de la otra persona. Si son espíritus poco sensibles, en caso de no conseguirlo por estas vías, utilizarán otros métodos que vulneran todavía más el libre albedrío, como el chantaje, la intimidación, la coacción y la violencia.
¿Qué pasaría si llegaran a conseguir a la persona que desean? ¿Serían felices?
No. Por un tiempo sienten la satisfacción de haber conseguido lo que deseaban. Pero cuando observan que la realidad no está a la altura de sus expectativas, sufren grandes decepciones y eso hace que se desencanten rápidamente de la relación. A sus ojos, su ahora pareja, a la que veían antes como un dios o una diosa pasa a ser ahora alguien normal y vulgar para ellos, lo que hace que progresivamente pierdan el interés por ella. Suelen culpar al otro de que la relación no funcione, cuando en realidad su insatisfacción viene de la falta de sentimiento que se esconde tras la fascinación. Sin embargo, pueden volverse posesivos si perciben que otras personas se interesan por su pareja, porque la consideran un trofeo que les ha costado mucho conseguir y que por eso les pertenece en propiedad. Y entonces ni viven, ni dejan vivir, ya que ni son felices en la relación ni permiten que la otra persona se libere de ella y busque la felicidad por otro lado. Es como el niño caprichoso que patalea cuando los padres no acceden a comprarle un juguete que desea y, cuando lo consigue, juega un ratito y luego se cansa de él. Pero si otro niño se interesara por el juguete entonces vuelven interesarse por él, no porque les vuelva a resultar atractivo, sino porque no quieren ceder lo que consideran de su propiedad.
¿Cómo se supera la obsesión sentimental?
Se debe superar el apego activo, esto es, la concepción del amor con derecho de propiedad. Si la persona no es correspondida en sus sentimientos, tiene que aceptar esta realidad sin intentar forzar un cambio, ya que los sentimientos son libres y no se pueden ni deben forzar, pues lo único que conseguiría es sufrir y hacer sufrir. Si la obsesión se da en una persona reprimida se supera a través de vencer la timidez y la represión, teniendo la valentía de expresar lo que se siente en cada momento con sinceridad, sin ocultar su intención por miedo del rechazo. De esta manera conseguirá que sus relaciones sean reales y no generará fantasías ni obsesiones en torno a la persona que le gusta, pues si es correspondido podrá tener una relación natural con ella, sin necesidad de engaños ni manipulaciones y, si no lo es, podrá pasar página con la conciencia tranquila, sin aferrarse al pensamiento de lo que pudo haber sido y no fue por no haberlo intentado.
La culpabilidad sentimental en la relación de pareja.
Es el sentimiento de culpa que se presenta cuando una persona intenta forzar su propia libertad de sentimiento, bien porque se obliga a sentir lo que no siente, o bien porque se obliga a reprimir lo que siente. Se da con frecuencia en las personas que sufren de apego pasivo.
Una de las situaciones donde se pone de manifiesto la culpabilidad sentimental es cuando en una relación de pareja una persona se da cuenta de que no está enamorada, pero cree que por haberse creado el vínculo de pareja y haber pasado tiempo juntos esto le obliga a estar enamorada y a continuar la relación. Es decir, que se esfuerza por sentir amor de pareja por su cónyuge porque cree que es su obligación. Este esfuerzo incluye darle al otro lo que se supone le corresponde por ser su pareja, como el complacerle en la sexualidad, el atenderle y dedicarle tiempo. Y todo esto lo hace porque se siente culpable de no amarlo, porque cree que debe compensarle de alguna manera por la falta de amor por su parte. Otra situación donde se pone de manifiesto la culpabilidad sentimental es cuando una persona se enamora de otra pero al mismo tiempo juzga que ese amor es incorrecto de acuerdo con su código de conducta moral. Pongamos como ejemplo el caso de una persona que se enamora de alguien que ya tiene pareja, o que ella misma ya tenga pareja. En este caso la persona se siente culpable de amar a ese alguien "no adecuado" al que supuestamente no debe amar y se obliga a reprimir o renunciar a ese amor que juzga inmoral o prohibido. De esta manera se condena a sí misma a ser desgraciada.
¿Y qué se supone que debe hacer una persona si ocurre esto, quiero decir si se enamora de alguien cuando ya tiene pareja?
Puede hacer lo que ella quiera. Pero si quiere ser feliz deberá luchar por los sentimientos.
¿Quiere decir que debería romper la relación anterior para unirse con la persona que ama?
Una relación sin amor ya está rota por el mero hecho de que falta el amor. Solo falta reconocerlo y obrar en consecuencia. Ya hemos hablado de esto antes. Si no ama al cónyuge debería de ser sincera y tener la valentía de exponérselo, y a continuación dar por finalizada la relación de pareja formalmente. Esto es independiente de si ama a otra persona o no. Si además ama a otra persona debe admitir la realidad de sus sentimientos y luego expresarlos a la persona amada, para saber si existe una correspondencia de sentimientos o no, y luego aceptar la decisión de la otra persona, sea cual fuere. Si hay una correspondencia de sentimientos y una voluntad de estar juntos como pareja, nada ni nadie lo puede ni debe impedir y menos el sentimiento de culpa, pues espiritualmente no tiene ningún fundamento.
Pero entiendo yo que una situación como la anterior suele despertar sentimientos de culpa. ¿Cómo se supera esa culpabilidad sentimental?
Despierta los sentimientos de culpa porque tenéis una concepción equívoca de lo que es el amor de pareja, de tipo "posesivo" o de apego, y porque habéis creado en torno a ella unas normas morales igualmente equívocas, como el matrimonio con derecho de propiedad y la indisolubilidad del mismo. Para superar la culpabilidad es necesario tomar conciencia de que los sentimientos son libres y espontáneos, que no se pueden ni se deben forzar, y que no obedecen a ningún convencionalismo. Cada uno tiene derecho a amar libremente a quien quiera y ni siquiera uno mismo se puede obligar a sentir lo que no siente, ni a dejar de sentir lo que siente, sin que esto sea culpa de nadie. Nuevamente venimos a parar al mismo punto, el respeto a la libertad de sentimiento. En este caso se trata de respetar la libertad de sentimiento de uno mismo y de no castigarse injustamente por un supuesto delito que no existe. Nadie debe sentirse culpable de sentir el amor verdadero, aunque sea a través de transformar su vida de cabo a rabo, porque el sentimiento de culpa, si no se supera, es un obstáculo que impide sentir y vivir plenamente estos sentimientos e impide disfrutar de la felicidad que emana de ellos.
¿Qué es el miedo al amor?
Como su propio nombre indica, es el temor que alguien puede tener a sentir amor porque cree que esto le será una causa de sufrimiento.
Suele ocurrir habitualmente en personas que han vivido experiencias traumáticas en el pasado, bien porque su ex pareja les hizo sufrir o bien porque terceras personas actuaron para destruir una relación sentimental existente, y consiguieron su objetivo. También se da en personas que han recibido una educación represiva con los sentimientos desde la infancia que les ha limitado su libertad de sentimiento. Tienen miedo de sentir libremente porque temen algún tipo de represalia contra ellos. También se les suele condicionar para que sientan remordimientos si su sentimiento no es correcto desde el punto de vista de las normas de conducta que han aprendido.
Las personas que tienen miedo al amor suelen ser desconfiadas a la hora de relacionarse con los demás, porque temen que éstos utilicen lo que conocen de ellas para hacerles daño. Por eso suelen ser reservadas y se dan difícilmente a conocer tal y conforme son. Temen a la incomprensión, al rechazo, al chantaje, a la amenaza, a la manipulación, a la calumnia, a la agresividad y creen que si no se dan a conocer, que si ocultan o reprimen sus sentimientos, impedirán que nadie actúe contra ellos. Por eso tienen tendencia al aislamiento emocional, porque creen que es la mejor forma de evitar que les hagan daño.
Entonces el aislamiento emocional es una buena arma para evitar que a uno le hagan daño, ¿no?
No. El miedo al sufrimiento emocional hace que la persona se
cubra bajo una coraza que aparentemente le protege de las
agresiones emocionales de los demás, pero al mismo tiempo le
impide ser feliz, porque esa coraza también le impide expresar el
amor que siente por los demás y percibir el amor que otras personas pueden sentir hacia ella. En este caso el daño no se lo
causan los demás sino ella misma, pero no por ello deja de ser un
sufrimiento muy intenso.
¿Puedes poner algún ejemplo que sirva para aclarar cómo el aislamiento genera sufrimiento?
Sí. Imagina que una persona emocionalmente aislada conoce a su alma afín y ésta se le acerca con la intención de expresarle sus sentimientos. En condiciones normales ambos podrían expresar sus propios sentimientos y sentir el amor del otro, y esto les haría felices. Pero la persona que está aislada, por el miedo y la desconfianza, no percibe el amor que le dan y al mismo tiempo reprime sus propios sentimientos de amor. Y esto es lo que le hace sufrir. Al mismo tiempo hace sufrir a su alma afín porque le impide que le transmita su amor y porque ésta tampoco se siente amada. Seguramente su alma afín se sentirá frustrada y confundida porque no entiende qué esta pasando. Incluso puede llegar a sentirse culpable de su sufrimiento, tomar temor a expresar sus sentimientos e incluso cuestionarse si es correspondida, por lo que puede llegar a desistir del intento de iniciar una relación de pareja con ella. Y de esta manera, por culpa del aislamiento emocional, que deriva del miedo y la desconfianza hacia el amor, dos almas afines que podrían haber sido felices juntas, acaban separando sus caminos y continúan sin experimentar la felicidad.
Pero ¿no es verdad que hay personas que no han tenido malas experiencias en la vida respecto a las relaciones de amor y aún así tienen miedo de amar o de enamorarse? ¿A qué se debe ese miedo en estos casos?
El trauma emocional puede venir de una vida anterior. Aunque no se conserven en la memoria las circunstancias del pasado, si no ha superado su trauma, éste queda impregnado en su espíritu y por ello lo conserva en la vida posterior, y lo manifiesta en forma de miedo. Las personas con miedo al amor no tienen ilusión por la vida, porque tienen la creencia de que la felicidad no puede existir para ellos, y no confían en que nadie les vaya a amar de verdad. Se sienten como el perro vagabundo que ha sido apaleado durante mucho tiempo por un dueño maltratador del cual logró escapar. Un día ese perro se encuentra con unas personas sensibles que se compadecen de él y deciden recogerlo para cuidarlo con mucho cariño. Cuando una de ellas se acerca para acariciarle, el miedo al maltrato le hace creer al perro que esa mano que se levanta para acariciarle es una mano que se levanta para maltratarle y huye despavoridamente de las personas que podían haberle procurado una vida mejor. Pues así le ocurre a mucha gente, que por culpa del miedo, pierden su oportunidad de ser felices en la vida.
¿Cómo se puede superar el aislamiento y el miedo al amor?
Primero reconociendo que se tiene miedo y que por culpa del miedo uno se aísla. Se puede superar el miedo y vencer el aislamiento permitiendo la expresión libre de los propios sentimientos, teniendo la valentía de luchar por vivir de acuerdo con ellos, confiando en ellos a la hora de decidir en la vida sin pensar en la opinión de los demás. Por muy difíciles que parezcan las circunstancias nunca se debe renunciar a los sentimientos, ni reprimirlos, porque es la única forma de llegar a ser felices. Es necesario recobrar la fe y la esperanza en el amor.
Pero hay personas que a pesar de luchar valientemente por los sentimientos no consiguen su objetivo de vivir junto a la persona que aman, o no consiguen liberarse de relaciones forzadas porque otras personas se lo impiden. Ya hemos hablado antes de la violencia de género y de las mujeres asesinadas por defender su derecho de libertad de sentimiento. ¿Han fracasado en su lucha?
Nunca se fracasa cuando se lucha por los sentimientos. Si por culpa de la incomprensión y el egoísmo humano, esa persona no llega a saborear la felicidad del amor en el plano físico, que tenga por seguro que su recompensa la tendrá en el plano espiritual. Y la valentía que demostró en su lucha por vivir de acuerdo con lo que sentía será un logro evolutivo que perdurará para siempre en su espíritu. Tendrá claridad y valentía en los sentimientos, cualidades espirituales muy valiosas ganadas a pulso en las pruebas que experimentó en sus encarnaciones.
Serán cualidades que manifestará desde entonces y para siempre, y esto le ayudará a ser feliz y le evitará caer en las trampas que en el pasado le hicieron ser desgraciada.
La confusión sentimental
La confusión sentimental es un estado emocional que se origina cuando una persona se obliga a sentir lo que no siente o a reprimir lo que siente de verdad, o ambas cosas a la vez. Si persiste durante bastante tiempo en esta actitud, llega un momento en que no distingue bien entre lo que siente de verdad y lo que se obliga a sentir. Y esta es la confusión que esas personas tienen, que confunden el sentir con el "deber-sentir" y substituyen el sentimiento por la obligación. La persona que se obliga a sentir lo que no siente, sufre porque esa obligación de sentir le agota y le genera vacío, ya que los sentimientos no pueden ser forzados, se dan espontáneamente o no se dan. También puede sufrir por la represión de un sentimiento verdadero, porque cree que no debe o no tiene derecho a sentirlo. Sin embargo, el autoengaño motivado por la confusión sentimental le hace creer que sufre por el remordimiento de haber despertado un sentimiento indebido, que ésta es la causa de su infelicidad y que por eso debe luchar para eliminarlo.
La confusión sentimental suele darse en personas que han anulado su libertad de sentimiento. Uno de los motivos que anulan su libertad de sentimiento puede ser el haber sido educados siguiendo un código moral represivo con los sentimientos que han asimilado como propio. En este caso su sensibilidad esta fuertemente condicionada por las normas morales de ese código. También puede ser debido a que han pasado alguna circunstancia dolorosa en su vida relacionada con los sentimientos en la que se vieron forzados a renunciar a ellos.
Me resulta difícil de entender en qué consiste la confusión sentimental y cómo se manifiesta. ¿Podrías ponerme algún ejemplo que lo aclare mejor?
De acuerdo. Pongamos el caso de una persona que está casada por la Iglesia y que lleva varios años de matrimonio. Durante ese tiempo se ha dado cuenta de que en realidad no está enamorada y que no es feliz en esa relación. Si esa persona se sintiera con libertad de sentimiento tomaría conciencia rápidamente de que no siente amor por su pareja, se lo haría saber y le pediría el divorcio.
Pero si esa persona ha sido educada en una formación religiosa, que considera que el matrimonio debe ser para toda la vida y no se puede romper, su sentido del deber y el temor a una reacción negativa de los demás harán que se obligue a continuar la relación. Puede tomar la decisión de obligarse a amar a su cónyuge porque cree que también es una obligación moral la de "amar para siempre a la persona a la que te unes en matrimonio". Se esforzará por complacerle en todos los aspectos para que su pareja no se dé cuenta de que no está enamorada y se autoconvencerá de que hace todos esos sacrificios por amor. El hecho de que le suponga un sacrificio y que lo viva como una obligación refleja en realidad que no hay amor, porque el que siente amor verdadero no vive la entrega al otro como un sacrificio sino como un acto que realiza libremente y que le genera felicidad.
Otra opción a la que puede recurrir es la de justificar la ruptura por una mala actitud del cónyuge, de esta manera la responsabilidad de la ruptura se hace recaer sobre éste, con lo que ella misma se exime de haber faltado a su deber. Es decir, "yo lo amo pero no puedo seguir viviendo con él porque siento que no me quiere, no me presta atención o me ha hecho esto y no lo puedo perdonar".
Otra de las opciones que puede tomar es hacerle la vida imposible al cónyuge para que sea éste el que tome la decisión de dejar la relación. De esta manera el que falta formalmente al sentido del deber-sentir es el otro y ella queda eximida de su responsabilidad respecto a la ruptura del matrimonio. A los ojos de los demás hará creer que ella es la víctima y el cónyuge es el culpable cuando es totalmente al contrario.
De esta forma una situación de conflicto emocional que tenía un origen claro "no amo a mi pareja" y una solución muy sencilla "dejo la relación", por culpa de la confusión sentimental se convierte en un embrollo monumental que causa sufrimiento a uno mismo y a los demás. Es decir, se ha falseado la realidad por la negativa a reconocer su falta de sentimientos y la cobardía para contravenir el código moral religioso.
¿Cómo se puede vencer la confusión sentimental?
Profundizando en uno mismo con total sinceridad para saber
distinguir lo que son sentimientos verdaderos de lo que son
obligaciones adquiridas por culpa de una educación represiva.
Y una vez se tienen claros los propios sentimientos, hay que tener
la valentía de vivir conforme uno siente, sin dejarse influir por las
opiniones de los demás, desvinculándose de todas las
represiones y prejuicios de la educación recibida, pues si
vulneran el derecho a la libertad de sentimiento son normas y
preceptos equivocados desde el punto de vista espiritual y no
merecen ser tenidos en consideración.